Al soplar fuerte brisa
mi padre nos llevaba
hacia la parte más alta
de una colina.
¡Qué felicidad la nuestra!
Desde allí se divisaba el vecindario lindero
y nuestros ojitos de niños
imaginábamos viajes; volando sobre los alrededores…
Mi padre nos remontaba
los barriletes que nos hacia
y el goce era intenso
al divisar los colores en lo alto,
mecidos por el viento
y abriendo sus colas de dos tiras.
Los flecos bailaban al compás de la brisa
emitiendo sonidos gloriosos…
Llegaba el momento sublime
de enganchar papelitos en el hilo de sostén
y enviar cartitas a las nubes…
Era tan maravilloso
ver ascender «nuestras cartitas»
que a veces el viento arrancaba…
Y Papá nos decía, sonriente:
-¡Ya las recibieron!
Envíen otra que ellas se pondrán felices
de que mis hijos les escriban
cartitas de amores…
Aquel recuerdo perdura en mi mente
como algo sagrado
que llevo en mi pecho.
La infancia dichosa
que permanentemente está en mi ser…
Mecha Foderé
Aquel espinillo que la niñez nos vistió con su presioso aroma y su dorado color.
¡Cuánto lo recuerdo!
Bellísimos versos querida hermanita.
¡Un diez!
Comentarios por Estela Foderé — enero 30, 2008 @ 6:19 pm |